LA EDUCACION, LA POLITICA Y LA SOCIEDAD REFLEXIONAN SOBRE LA CARTA DEL EX PRESIDENTE Y SU INTENCION DE MATAR A ARTIGAS

¿Se debe hacer un revisionismo histórico sobre la figura de Fructuoso Rivera?

* Varias fueron las opiniones desde el domingo en un tema que ha ganado la calle y llegó hasta las más altas órbitas del gobierno. El documento, difundido por LA REPUBLICA sobre la intención del ex presidente de la República Fructuoso Rivera, de matar al general José Artigas, provocó que se plantearan diversas interrogantes sobre la figura del ex mandatario y baluarte histórico de uno de los partidos tradicionales.

Artigas y Rivera se vuelven a encontrar en la historia como una paradoja del destino que siempre los tuvo alejados a pesar de algunas alianzas pasajeras. En todo el país, son recordados ambos personajes históricos con calles, barrios, plazas, nombre de escuelas liceos, y otras instituciones. Dos departamentos con sus apellidos casualmente están separados por una línea imaginaria de los mapas, lo que habla a las claras de la dimensión que tomó la figura del héroe de los orientales y del primer Presidente de la República en 1830 con el correr de los años.

Los desencuentros entre ambos caudillos siempre fueron conocidos, y hasta la historia así lo proclama. Uno luchó junto con los charrúas y fue el protector de los pueblos libres. El otro, los condenó y se enfrentó al orden constitucional gobernando a sus anchas alejado de la realidad del país.

El hallazgo realizado por el investigador José Eduardo Picerno en Corrientes, Argentina reveló que en una carta firmada por Rivera, este admite su intención de matar a José Gervasio Artigas.

La historiadora Ana Ribeiro dijo ayer en el programa «En Persepectiva» de El Espectador, que para la gente «es una sorpresa la carta publicada por LA REPUBLICA». Explicó que para los historiadores «es menos sorpresiva porque esas expresiones, «estaban citadas en libros anteriores de diverso calibre».

Ribeiro: «Meses después de esta carta, Artigas estaba en Paraguay».

Ribeiro dijo que «debe tenerse en cuenta para juzgar qué significa esta carta, y que en el año 1820 habían defeccionado del bando artiguista casi todos. Meses después de publicada esta carta, que es del mes de junio, el 5 de setiembre, Artigas estaba en las puertas de Paraguay con 200 hombres». La historiadora afirmó que el documento era auténtico, algo que ya había dicho en una entrevista mantenida con LA REPUBLICA.

Sobre el análisis histórico de la época y de la figura de Rivera, Ribeiro dijo que «todo lo que ataque a la figura de Rivera es, directa o indirectamente, un ataque al Partido Colorado. Esa es la lectura política; no la de los historiadores, que tenemos un mayor distanciamiento y podemos decir qué personaje complejo y fascinante. Pero la lectura en términos partidarios se aleja del punto de vista del historiador y termina en una cuenta corriente que pone en el ‘debe’ o en el ‘haber’. Esa carta se va a poner en el ‘debe’ del Partido Colorado que tendrá que salir a decir algo. Es lo que debe leerse exactamente en esto».

LA REPUBLICA intentó sin éxito que los líderes políticos del partido que fundó Rivera hablaran sobre el tema.

Rivera en la educación

Ayer, más de un comunicador se planteaba qué hacer con la denominación del departamento, las avenidas y los barrios de todo el país (incluyendo el Parque Rivera en Montevideo) que recuerdan al primer mandatario de nuestra historia constitucional.

Pero lo primero que se debe plantear es discutir cómo se agrega esta información al sistema educativo, base de cualquier sociedad.

Este gobierno encaró seriamente el estudio de la historia reciente como parte de un reencuentro de los uruguayos, y en busca de la verdad.

La vicepresidenta del Codicen Marisa García, dijo desconocer el documento. De todas formas afirmó que «estamos acostumbrados al revisionismo histórico, y como en una época Artigas era el bandido, luego con el estudio de documentos llegó a ser el héroe de la patria». Culminó diciendo que «el cambio de perfil no solo de los héroes nacionales, no es una sorpresa» y que hacer un revisionismo sobre la figura de Rivera «sería un cambio importante respecto a lo que hemos estudiado hasta ahora». Primaria, al igual que los otros subsistemas de la educación se han propuesto que todos los avances científicos realizados en cualquier área de estudio inclusive en la historia. «Nosotros nos hemos propuesto que todos los avances de la academia tengan repercusiones en el trabajo de clase», dijo el consejero de Primaria Oscar Gómez.

Explicó que será «la academia» la que va a dar su visión al respecto. Agregó que «hay una gran cantidad de documentos históricos que el maestro puede utilizar en su independencia técnica».

Aclaró que el CEP «no puede prohibir, pero sí le da la responsabilidad al maestro de los documentos que se utilicen en clase».

En los programas de primer año, recién en sexto de escuela se enseña la figura de Fructuoso Rivera quien aparece como el Primer Presidente de la República. El programa le da un marco de época a la figura del ex primer mandatario. Se lo vincula con el nacimiento de la nación y la Guerra Grande.

Según Antonio Mercader no es de extrañar la postura confrontativa de Fructuoso Rivera para con José Gervasio Artigas

Ayer en Compacto 1410 de AM LIBRE el ex ministro de Educación y Cultura el nacionalista Antonio Mercader dijo que no le «extraña» que Rivera quisiera matar a Artigas. Catalogó el documento encontrado como «muy valioso». Mercader analizó el contenido del documento señalando que «no es de extrañar la postura confrontativa de Fructuoso Rivera para con José Gervasio Artigas, en el marco de lo que ocurría en la época».

José Korzeniak: «Es una barbaridad de Rivera».

Para el senador del Frente Amplio José Korzeniak, de ser auténtico el documento «es una barbaridad de Rivera». El legislador, si bien dijo que no estudió la autenticidad del documento expresó que lo dicho por Rivera, de ser auténtico «es una barbaridad como otras que cometió Rivera». Admitió que se debe esperar ahora «un revisionismo histórico» luego de la controversia que surgió por la aparición del documento. Agregó que el tema en cuestión es muy delicado ya que Rivera «es una cabeza histórica de uno de las partidos tradicionales».

Jorge Majfud: «Se pone bajo una misma bandera a José Batlle y Ordóñez y a un monstruo como Rivera».

El docente de la Universidad de Georgia, el intelectual Jorge Majfud, habitual colaborador de LA REPUBLICA opinó mediante una carta que «me alegra que este diario insista en una labor contestataria y revisionista de la historia». Agrega que la carta de Rivera, «parece indicar una fuerte confirmación de lo que todos ya sabemos de Fructuoso Rivera pero que, por obvias razones políticas, se lo defiende como si los seguidores del Partido Colorado de hoy fuesen moralmente responsables de las barbaridades de los caudillos del pasado». Continua diciendo que «por una arbitraria idea de continuidad simbólica, se pone bajo una misma bandera a José Batlle y Ordóñez y a un monstruo como Rivera». Se pregunta Majfud «¿Todavía quedan dudas de por qué Artigas no quiso volver a su tierra?». Prosigue «la carta es otra muestra del viejo recurso de cometer crímenes en nombre de la patria y la libertad. Culmina afirmando que «las historias oficiales se hacen sobre todo con olvidos».

  

CON EDUARDO PICERNO, DESCUBRIDOR DE LAS CARTAS DE RIVERA A PANCHO RAMIREZ

«Con estas cartas, Rivera no sólo pretende matar a Artigas, también muestra su ideario»

José Eduardo Picerno es investigador. Cobró notoriedad cuando descubrió la famosa carta de Rivera al gobernador de Entre Ríos ofreciéndose para matar a Artigas. Formado como psicólogo en la vieja Facultad de Humanidades y Ciencias, con el paso del tiempo se dedicó a la investigación histórica, actividad que lo apasiona pues le permite descubrir la verdad y ofrecerla para que la gente tenga una idea cabal de los hechos.

Investigador Eduardo Picerno: «La verdad tiene más fuerza que la ideología».

«Rivera era un gran acomodaticio que no quería quedar mal con nadie».

­Parece claro que ha habido un ocultamiento deliberado de esos documentos…

­Ocultar cosas es muy humano; fíjese que ahora hay cosas que se están ocultando desde hace treinta años… Pero se han ocultado cosas desde hace 200 años, como es el caso de las cartas, cuya existencia no se había comprobado científicamente. Un documento puede ser adulterado, e incluso inventado, pero si uno ofrece la fuente de ese documento, damos la oportunidad de que cualquiera lo pueda corroborar.

­¿Y cómo es posible que hasta ahora no se hubiera dado con los originales de esas cartas que usted halló en Corrientes?

­Hacia 1950 había una especie de orden del gobierno de que todo documento que afectara la figura y la imagen de los partidos políticos o de héroes nacionales no se publicara. Es probable que las cartas de Rivera fueran conocidas por Pivel Devoto, que era el organizador y el editor del Archivo Artigas, y que en virtud de esa disposición no las haya dado a conocer. Para la ciencia no hay imágenes a respetar ni mitos; tiene que decirse la verdad, lo bueno y lo malo de cada ser humano… Todos tenemos virtudes y defectos.

­Recuerdo que Hugo Batalla solía decir que todos somos un haz de luces y de sombras; pero yo agregaría que en algunos prevalecen las luces y en otros…

­Bueno, Artigas es un caso casi único de cúmulo de virtudes. Rivera se hizo junto a Artigas, tenía que conocer las instrucciones del año XIII, el reparto de tierras, algunas comunicaciones de Artigas a las provincias, etcétera. No podía ignorar la voluntad de Artigas de que los más infelices fueran los más privilegiados (algo parecido a la prédica de Jesús). Hay una justicia social ahí, y esa idea tiene que continuarse. Rivera era su lugarteniente preferido, y muchas de las cosas que dice las ha tomado de Artigas, pero después no las puso en práctica: cuando llegó a la presidencia, no procedió al reparto de tierras según el Reglamento del año XV, por ejemplo, ni observó las directivas de Artigas con respecto a los indios.

­¿Cómo llegó al documento original?

­Había unas fotocopias sin valor histórico porque no se certificaba que provenían de un original. Eran dudosas, y la duda es la base de toda investigación.

­Una especie de duda metódica, cartesiana.

­Así es. Y me ha pasado que al final de una investigación compruebo que la duda era acertada. A mucha gente le molesta la caída de un ídolo, como fue Rivera (a mí también). Pero cuando uno se dedica a investigar científicamente, se da cuenta de que la verdad tiene más fuerza que la ideología.

Yo pensaba que ese documento podía tener algo de realidad. Y empecé a buscar primero en el archivo de Entre Ríos. En Paraná me dijeron que allí no estaba pero que algo del archivo de Ramírez podía estar en Corrientes. Y así fue como di con los originales de las cartas. En Corrientes me recibieron muy bien, empezamos a hablar de Artigas y no podían creer que hubiera un uruguayo que se hubiera ofrecido a matar a Artigas, una figura muy venerada por entrerrianos y correntinos. Al cabo de unos días, encontramos las famosas cartas.

Ahora se sabe que el original está realmente en un lugar determinado, o sea que existe, y se puede analizar tranquilamente, sin pensar que se está analizando un texto que pudiera ser fraudulento. Sin embargo, ya vi las primeras señales de intolerancia en dos personas que tienen títulos de profesoras de Historia. En un programa de Canal 12, de mañana, el tema que les propuso el conductor, que era sobre el contenido de la carta, ellas lo cambiaron. Dijeron que la carta ya se conocía, o que Rivera tenía mucha cintura política y que esa carta no agregaba nada, etcétera. Siguen omitiendo el tema de fondo, es decir la gran diferencia en conducir un pueblo según ideas artiguistas o según ninguna idea. Pero además, hay que tener en cuenta otros hechos. En enero de 1820 Artigas pierde la batalla de Tacuarembó y cruza el Uruguay en busca de apoyo para reorganizar sus fuerzas, y en marzo Rivera jura ante el reino de Portugal y le dan el grado de coronel. Por tanto, eliminar a un enemigo como Artigas era un objetivo importante para los intereses de Lecor y un galardón para Rivera si éste lo lograba.

­¿Cómo definiría a Rivera?

–Rivera no tenía una ideología clara. No la tenía ni para sus propias finanzas, y tuvo que vender parte de su patrimonio para mantener al Ejército. Para el combate a los charrúas, él puso treinta mil pesos. Hay una correspondencia con Espinoza en la que éste le aconseja prudencia financiera, diciéndole que un presidente no puede ser insolvente, alguien que no paga sus deudas. De esto no se ha divulgado nada, por motivos políticos sin duda… La gente no quiere saber la verdad. Sobre los indios, por ejemplo, se había fabricado una leyenda negra ya desde tiempos de la conquista, y fue esa misma mentalidad la que promovió la acción de Salsipuedes.

­Hay quienes sostienen que en realidad Rivera no tenía la intención de matar a Artigas.

­Sí, pero hay otra carta anterior en la que expresa más o menos lo mismo sobre Artigas, como abonando el terreno o como si formara parte de un plan para justificar su ofrecimiento de acabar con la vida del prócer. En esta primera carta sostiene la necesidad de eliminar al «sanguinario» para felicidad de las provincias, y en la segunda, pocos días después, directamente se ofrece para matarlo.

­Pero también se dice que era una treta de Rivera para unirse a Artigas…

­No, porque ya desde el año 16, cuando comienza la invasión portuguesa, Rivera empieza a desobedecer órdenes de Artigas y a manifestar su adhesión a la causa portuguesa. Un gran acomodaticio que no quería quedar mal con nadie. Y fíjese qué ironía: el que habla así de Artigas y se ofrece para matarlo será el primer presidente de este país; y por supuesto, gobierna exactamente al revés de lo que preconizaba Artigas. En vez de facilitarles tierras a los indios, en vez de ir a dialogar con ellos, los dejó librados a su albedrío y que se las arreglaran como pudieran. Claro, los indios mataban vacas ajenas para alimentarse porque para ellos todo lo que estaba sobre la tierra no tenía dueño.

Nunca nadie habló del episodio de Salsipuedes, hubo un pacto de silencio y sólo la versión oficial de Rivera. Pero hay una de Manuel Lavalleja, hermano de Juan Antonio, de 1848, que estuvo diez meses hablando con algunos sobrevivientes de Salsipuedes, y es en esa que estoy trabajando ahora.

­Y de Lavalleja, ¿qué opina?

­Lavalleja era muy arrojado, un soldado valiente, pero no era un estadista, como sí lo era Rivera. Un temerario que se hacía respetar por su coraje. Impulsivo hasta el exceso, pero no tenía visión política para la República.

Pero lo que me interesa resaltar es que mediante esta carta, Rivera no sólo pretende matar, «hacer desaparecer» a Artigas, sino que junto a él, muestra todo su ideario político y social. Porque no es cualquiera que dice que Artigas es un sanguinario perseguidor de la humanidad, un monstruo, etcétera. Es justamente la persona que va a ser el primer Presidente de la República, el que va a dar la pauta inicial de cómo llevar el país adelante. ¿Y con qué planes, con qué acervo ideológico? Ninguno.

El proyecto artiguista lo canceló ya en 1820. Rivera, ahora, nos hace pensar que sólo estuvo con Artigas para tener un sueldo y escalar en la carrera militar. Porque nada tomó de sus ideas, y por el contrario, se mostró, apenas pudo, como acérrimo enemigo del sistema ideológico del prócer.

Rivera (alias el Pardejón)

LEOPOLDO AMONDARAIN – Analista

 La carta del Pardejón Rivera al entrerriano Ramírez pidiendo y ofreciéndose a asesinar al Prócer Artigas, su antiguo jefe y Protector, no era precisamente desconocida. Bien recoge LA REPUBLICA que ya en el año 1937 un investigador, señor Raúl Vera, y en 1944 el muy bueno y fino historiador don Antonio María De Freitas lo habían denunciado e intereses subalternos políticos, obviamente colorados, lo descalificaron con argumentos menores. Pero lo importante y diría decisivo sobre la execrable personalidad del Pardejón y sus repugnantes conductas es el haberse encontrado de parte del psicólogo e investigador histórico Eduardo Picerno el documento o carta propiamente dicha, original, ¡en el archivo de Corrientes! Con esa prueba fehaciente, ¡ya no da ni para discutir! Pero bueno, es determinar que «esta perla» de frutos contra Don José no es la única bellaquería, traición o canallada que en su sinuosa existencia tuvo esta siniestra como repulsiva figura, fundadora del Partido Colorado. Su vida fue una secuela interminable de crímenes, deshonestidades y falsedades prolijamente estibadas contra todos sus ocasionales amigos del día para apuñalearlos al siguiente, según la conveniencia personal que lo favoreciera. Podemos comenzar con el genocidio de Salsipuedes, cuando bajo mentiras y engaños lleva a sus «amigos» indios charrúas, con mujeres, viejos y niños inclusive a la encerrona con la excusa del «asado» y emborracharlos con caña brasileña (los «mamó»), y hasta desarmó al cacique Venado (soldado antiguo de Artigas) pidiéndole el «torcedor» o facón del indio, para «picar» su naco de tabaco. Hecho lo cual, le pega el tiro y da con ello la orden de comenzar la masacre. Remataron a los sobrevivientes un par de días después su «sobrinito» Bernabé en el galpón de la estancia de Bonifacio Penda llevados ya vencidos con la promesa de auxiliarlos y alimentarlos. Cerraron las puertas por fuera del galpón mientras se curaban y comían, y por las ventanas enrejadas los ejecutaron. Además de asesinos, ¡cobardes! Tampoco olvidar su «ejemplar» entrega al servicio de los imperios de turno. El propio almirante Leblanc, comandante de la flota francesa, señala el «agradecimiento» del general Rivera al despedirse en su vuelta a Francia, solicitándole «la collage» obeso franchute de agradecimiento por los servicios prestados indispensables del imperio en la obtención de su presidencia. ¡Además, arrastrado y alcahuete! Ni olvidar, en tan variadas como abundantes anécdotas lamentables, a los masones brasileños, a los cuales se había adherido en su exilio en Brasil, para lograr mediante sus influencias que lo soltaran y le diesen dinero, cosa que logró. Para después mandarse mudar con la plata traicionándolos como era su costumbre. Tampoco pasar por alto, la conocida carta a su amigo Julián Gregorio Espinosa el 8 de mayo (Revista Histórica XXXV) «Me hicieron cometer el error de decapitar a una infinidad de desgraciados que hablándote la verdad, a todos o su mayor parte ni los conocía» (sic). Cuando Juan Manuel de Rosas en dos oportunidades lo vino a buscar para integrar la incipiente gloriosa cruzada libertadora de los 33 y ser el 34, responde «que no es oportuno» la primera vez. Y la segunda, que no es partidario de la independencia total, sino parcial»… Se duda de lo que quiso decir. De lo que no hay la mínima duda, es de que Lecor y sus portugos lo tenían bien pago y adobado. Lo condecoraron, es notorio, con los títulos de «BRIGADEIRO DE IMPERIO» y «BARON DE TACUAREMBO»… A mayor abundancia, recuérdese la carta de Lavalleja a su esposa, Ana Monterroso, publicada por Pivel en la Epopeya Nacional Tomo 7. En la misma, le relata Juan Antonio: «Cuando cayó entre mis manos me suplicó me librase su vida», y agrega: «no tiene más remedio que venir con nosotros» (los 33). O sea, es la prueba cabal de que el «mentado» abrazo del Monzón fue puro cuento. Al decir del propio Lavalleja, aceptaba sí o sí, o caía en la famosa «refalosa»… Fue una viveza de Juan Antonio que lo obligó a pasar sus tropas engrosando así el ejército libertador contra Lecor y sus portugos que terminaba siendo también traicionado por el Pardejón. Estuvo con los porteños, con los brasileños, con los franceses e ingleses. Con los masones norteños, con Artigas, a quien termina por pedir su cabeza a Ramírez, y culmina sus «paseos» por todos los espectros, con los orientales (que ya había traicionado) por no tener «más remedio» según Juan Antonio. Carecía de todo principio o moral pero, para aventar argumentos en su defensa que nos puedan endilgar nuestra calidad de blancos, es interesante y muy ilustrativo recoger opiniones de los propios colorados de su época. El propio entonces coronel César Díaz, colorado y salvaje insospechado de otra cualquier tendencia, jefe posterior de los mal llamados «mártires de Quinteros» después de la batalla de arroyo Grande donde Oribe los corrió a «sablazos» obligándolo a huir en mangas de camisa a lomo de caballo y abandonando sus armas incluyendo su sable, el uniforme con jinetas incluidas y dejando sus hombres para salvar el «pellejo», textual le escribe a su esposa: «Amada mía, Francisco I le relató a su madre después de la batalla de Pavia, «todo se perdió menos el honor» había caído pero el valor sublime del honor se salvó». Acá en cambio, Rivera temiendo más por su vida que la tremenda responsabilidad de proteger a sus soldados a su cargo, se separó de su ejército estando aún indecisa la batalla que con menos cobardía y algo de serenidad o ideas estratégicas hubiesen podido ser salvados» (César Díaz. Memorias) ¡Lo trata, incluso, de cobarde ¡el propio colorado! Siempre en el mismo trillo «colorante» ,el entonces ministro de Guerra coronel Lorenzo Batlle, posterior Presidente y padre de Don Pepe, avalado por el canciller Manuel Herrera y Obes (ninguno blanco por cierto) lo desterraron a Rio de Janeiro, acusado de «traición y dolos diversos» (sic). Pero, si en materia administrativa y moral pública algún distraído quisiera defenderlo, baste leer el informe de la Comisión Económica Administrativa de su período presidencial realizado y firmado por los doctores José Pedro Ramírez, Antonino Costa y Ramón Artagaveytia sobre los robos y abusos de cualquier calibre y paladar al gusto de los más exigentes exégetas en la materia. Después de todo este listado, por supuesto queda mucho más en el tintero, como frutilla en postre resta lo de solidarizarse y solicitar la ejecución de Artigas por su propia mano por ser el Prócer a su criterio: «Monstruo, déspota, anarquista y tirano, casi nada…» No obstante, en su presidencia tuvo la desfachatez increíble de mandarlo buscar al Paraguay. El viejo y glorioso jefe Don José, con la dignidad que siempre le fue característica y lo eleva en la historia al más alto podio de los Héroes, despreció con repugnancia el «increíble» arrepentimiento de su antiguo protegido, que le enviaba por su hijo una carta con ofertas tentadoras. Cuando supo que era de Rivera hizo devolver el sobre sin abrirlo. ¡Siempre fue muy duro con razón, con los traidores! Rivera alias ¡el pardejón!, murió sifilítico al volver al Uruguay en uno de los tantos exilios que de apuro tuvo «obligado» que tomar a su arribo en la frontera con Brasil. Se le trajo a Montevideo, «al patrón» como le llamaban sus «honorables pares colorados», dentro de un tanque de caña para evitar la descomposición del cadáver. Los «transportistas» se ignora que si por simple vicio o por remordimiento de traer semejante personaje llegaron «mamados». Rigurosamente real y exacto.

 

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